TRAGEDIA MITOLÓGICA-Marco Aurelio Almazán
-¿Que ha sido? ¿Macho o hembra? -preguntó resoplando el nervioso y primerizo padre, que llevaba horas de aguardar en los interminables pasillos de la maternidad del Monte Olimpo.
-Macho -balbuceó el médico, un poco cabizbajo-.Sólo que...
-Sólo que ¿qué? -volvió a preguntar el neófito, con un hilo de voz en que apuntaba la histeria.
El tocólogo decidió no andarse por las ramas. Después de todo, el no era responsable de estos fenómenos genéticos que a diario se daban en la Grecia clásica.
- Mire -abrió los brazos-, para que vamos a engañarnos.
Es macho, pero un poco raro.
- ¿Nació sin atributos masculinos? -alzó una ceja el padre.
-Todo lo contrario.
En ese respecto está muy dotado por la naturaleza. Estupendamente bien dotado. Y la madre se encuentra en perfectas condiciones.
Luego, falsamente jovial, le dio unas palmaditas en la testuz a su interlocutor.
-Pase, pase a verlos.
Con la mirada turbia y recelosa, el nuevo padre se adentró en la habitación.
- ¿Eres tú, Cornelio? -preguntó desde un rincón lo joven madre, con un susurro quejumbroso.
Cornelio permaneció mudo durante unos instantes, mientras sus ojos se habituaban a la penumbra.
Después, lo que vieron le dejo anonadado.
Un furor ciego recorrió su cuerpo tenso y musculoso.
-Pero Eleuteria, desgraciada, ¿qué es esto? -borboteó iracundo, señalando el cuerpecito aun húmedo del recién nacido.
-Nuestro hijo...-repuso la recién parida un poquito asustada.
- ¿Nuestro? ¿Te atreves a decir que ésto es nuestro, mala pécora?
Cornelio se acercó y zarandeó violentamente a la casquivana Eleuteria.
-Cuidado, que se me va la leche...-gimoteó ella.
-Lo que se te va a ir es el alma -continuó él, maltratándola de palabra y obra-. ¿Te das cuenta de la chunga, mofa y befa de que voy a ser objeto en toda Grecia y en las islas del mar Egeo? ¿Con que cara voy a salir por los campos del Peloponeso a pasear ese engendro? A ver, dime, dime, idime!
-Cornelio -reculó Eleuteria-, amor mío, lo juro que debe haber sido un salto atrás generacional, como los que se dan a veces.
El furibundo Cornelio le soltó una coz en la boca.
- ¡No jures en vano, so hetaira! -bramo ofendido-.En mi familia nadie ha saltado hacia atrás.
¡Todos saltamos hacia arriba y adelante !
-Bueno, basta ya, so echeverrista -se revolvió ella pasando a la ofensiva, como suelen hacerlo todas las hembras cuando se les atosiga demasiado-. Lo que sucede es que eres más racista que el futuro Hitler.
-Pues sí, soy racista. ¡Y a mucha honra!
-Pues entonces vete al cuerno, imbécil.
-Del cuerno vine y al cuerno voy -relinchó furibundo el presunto y efímero padre.
Después, dando un portazo, el unicornio salió de la habitación, cruzo el pasillo echando espuma por la boca, salió de la maternidad del Monte Olimpo y a galope tendido se perdió por esos mundos de Zeus.
-Cornelio…-todavía suplicó llorosa e inútilmente la bellísima y ligera de cascos yegua, enjugándose una lagrima.
Luego, con un suspiro enternecedor, se volvió hacia el pesebre donde yacía el pequeño centauro y comenzó a amamantarlo como si allí no hubiera pasado casi nada.
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