lunes, 27 de febrero de 2012

TEOREMA DE ANGORAS

TEOREMA DE ANGORAS
x N
Una indecente derivada le propuso a otra: Integrémonos.

Había, en un universo paralelo, un lugar llamado Integralia donde coexistían plenamente toda clase de figuras geométricas.

En el primer cuadrante de ese plano cartesiano, se encontraba una línea estirada que se creía mucho porque se sentía muy recta.

Entre dos puntos yo soy la distancia más corta -le presumía a un punto que se encontraba cerca de él.

El punto puntilloso respondió: Todo lo que has vivido y escuchado hasta ahora es mera fantasía, cosas de perspectivas. Aún la distancia más corta en cualquier mundo esférico tiene su pequeña comba.

A qué punto habremos llegado, ahora hasta los trinches puntos creen que tienen la razón. Si es que sabes mucho, ¿Cuál es mi función en éste cosmos? -refunfuñó encolerizada la línea digna.

- Tu función es f(x) = mx + b cuando b es distinto de cero.

- Me hablas en lenguas extrañas.

- No todo lo que crees, es. Sí quieres entender algo en realidad, sólo te diré que: Las líneas no existen, son sólo producto de un efecto óptico. Tú estas compuesta por una serie/sucesión/secuencia de puntos continuos y unidos entre sí. Además jamás podría existir elemento rectilíneo alguno en un universo curvo donde todo lo contenido en él es idem. Los verdaderos protagonistas no siempre son quienes se creen, ¿no crees?

La línea quiso salirse por la tangente, pero ya no pudo. Su mente era tan obtusa, tan cuadrada y tan limitada que no podía concebir semejante concepción de su no existencia en ese éter matemático. Fue tanta su frustración que al mismo tiempo que empezaba a estirarse y a estirarse al máximo posible, gritaba: Ése es tú punto de vista. Digan lo que digan yo soy lo más extraordinario y grande que ha existido en está dimensión.

Salió indefinidamente proyectada de donde se encontraba. Atravesó el espacio conocido y entró en uno totalmente desconocido. Creyó que podía estirarse continuamente hasta que el infinito le dijo que no. Se equivocó rotundamente, reventó.

En el continuo ciclo de la vida gráficamente descriptiva, hoy renace un pequeñísimo punto. Es tan diminuto que no se alcanza a percibir si es un Dx o una Dy. Pronto crecerá y se formará una nueva y gratificante representación descriptiva, surgida de una perfecta ecuación entre la función del tiempo contra el espacio mismo. ¿Qué maravillas depararán a ése punto? ¿Será otra vez una línea estirada? ¿Se trazará como un armónica Cardioide? Quizás sólo terminé siendo una curvilínea y sensual función Seno.

COROLARIO:
Excepto el perenne, nada puede alargarse hasta el infinito, todo lo demás tiende al límite, y el de éste texto está en ése punto de allá >.

Finito

FINITO
X N
Se sentía tan pequeño que nunca se imaginó que él tendría la última palabra, que sería el fin de todas las cosas. Adiós punto cruel.

viernes, 24 de febrero de 2012

REINCIDENCIA LITERAL.

REINCIDENCIA LITERAL.
Algunas de tus palabras me lastiman otras llegan a fulminarme. Tus silencios me rematan.

lunes, 20 de febrero de 2012

#Cuento LA LUZ ES COMO EL AGUA-Gabriel García Márquez >>> goo.gl/Dxaxy

LAS BABUCHAS FATÍDICAS

Las babuchas fatídicas

Hubo una vez en El Cairo un boticario que era casi tan famoso por su riqueza como por su tacañería. De Abu Kásim se decía que había nacido con los brazos demasiado cortos, porque las manos nunca le llegaban a los bolsillos. «¿Para qué sirve el dinero si no es para gastarlo y dárselo a quienes no lo tienen?», piensa la mayoría de la gente. Sin embargo, Abu Kásim prefería enterrar su dinero o esconderlo en los armarios. Tal vez creía que, si el dinero se entierra, germina en un árbol que da monedas en lugar de frutos, o quizá pensaba que el oro sirve para perfumar la ropa guardada en los cajones.
Pero, precisamente a causa de su tacañería, la ropa de Abu Kásim no tenía nada de perfumada. ¡Bien al contrario! El boticario se había pasado la mitad de su vida con los mismos calzones, que remendaba una y otra vez, y se bañaba con la camisa puesta para no tener que enviarla a la lavandería. Con todo, eran sus babuchas las prendas que mejor reflejaban la tacañería del boticario. Abu Kásim las había llevado durante veinte años. Para gastar lo menos posible, cada vez que se le agujereaban las remendaba con tiras de cuero sujetas con clavos de cabeza redonda, por lo que sus pies parecían una pareja de armadillos, y las suelas de sus babuchas eran tan gruesas como el cráneo de un rinoceronte.
Con el tiempo, las babuchas de Abu Kásim sirvieron como punto de comparación en las casas y los salones de El Cairo. La gente decía: «Esta sopa es tan densa como la babucha izquierda de Abu Kásim» y «Los pasteles de mi suegra son tan pesados como las babuchas de Abu Kásim», o «Estos huevos huelen tan mal como la babucha derecha de Abu Kásim» o «Ese chiste es tan viejo como las babuchas de Abu Kásim». Dicho en pocas palabras: todo el mundo en El Cairo conocía a fondo el calzado de Abu Kásim y la razón por la que sus babuchas eran tan grandes y pesadas.
Una mañana muy agradable de principios del verano, el boticario decidió darse su baño turco de todos los años. Al llegar al hammam, Abu Kásim iba radiante de felicidad, pues el sol de aquel día maravilloso le parecía una enorme moneda de oro y los arneses relucientes y tintineantes de los camellos le recordaban las monedas al chocar entre sí.
Tras dejar sus babuchas en el escalón de entrada de los baños y confiar su túnica al dueño del hammam, Abu Kásim permitió que los esclavos de los baños le hicieran sudar como un cerdo, le rasparan las muchas capas de roña que llevaba pegadas al cuerpo, lo dejaran en remojo durante un buen rato y lo perfumaran. Cualquier persona con menos presencia de ánimo o resignación hubiera evitado aquella repugnante tarea, pero los esclavos del baño turco se enorgullecían de conseguir lo imposible. Y no hay duda de que aquel día lo lograron, pues Abu Kásim salió de los baños más limpio que el oro.
Mientras tanto, un rico mercader que acababa de regresar de Persia decidió visitar el hammam para relajarse después de ese tan largo viaje. Así que ató sus mulas y camellos en la puerta y dejó sus babuchas en el escalón que daba entrada a los baños, donde estaba el calzado de Abu Kásim. Al verlo, el mercader le dijo al dueño del hammam:
–No pienso compartir baño con el puerco de Abu Kásim, así que ponme en uno distinto al suyo. Y, si me permites un consejo, quita de la entrada sus apestosas babuchas, pues de lo contrario ahuyentarás a todos tus clientes.
El dueño de los baños pensó que el mercader tenía razón, así que decidió esconder las malolientes babuchas de Abu Kásim. Como le daba asco tocarlas, se valió de un largo palo para levantarlas, y después las depositó en un extremo de la galería, donde nadie pudiera verlas.
Cuando Abu Kásim salió de los baños, no encontró sus babuchas en el escalón de entrada, sino las del mercader, que eran nuevas, y muy bonitas, pues habían sido confeccionadas con piel de becerro y con la mejor seda de China.
–¡Milagro! –exclamó–. Alá sabía que siempre he querido tener unas babuchas como éstas y que estaba dispuesto a comprármelas en cuanto me lo pudiese permitir. Por eso ha obrado un milagro y ha transformado mis viejas babuchas en estas dos preciosidades. ¡Gloria a Alá, que ha decidido ahorrarme unos buenos dineros con su infinita sabiduría!
Después de calzarse las babuchas del mercader, que le iban como anillo al dedo, Abu Kásim regresó corriendo a su casa, donde su cocinera estaba preparando la comida. «¡Qué extraño!», se dijo la buena mujer. «¡Es la primera vez en treinta arios que no he oído los pasos de mi amo mientras se acercaba por la calle!».
Mientras tanto, el mercader salió de los baños, y no logró encontrar su calzado. Olfateando el aire, se dio cuenta de que las babuchas de Abu Kásim no estaban lejos, así que las buscó hasta dar con ellas. Al encontrarlas en la galería, gritó con indignación:
–¿De modo que así es como ha hecho fortuna ese granuja de Abu Kásim: robando a las personas honradas? ¡Pues ahora mismo voy a darle su merecido!
De manera que el mercader regresó a su casa y les pidió a todos sus camelleros y esclavos que lo acompañaran a la botica de Abu Kásim. Una vez allí, derribaron la puerta, agarraron al sorprendido avaro por el pescuezo y le dieron una buena paliza.
–¡Y ahora llamaré a los alguaciles –dijo el mercader–, tendrás que pasar unos cuantos meses en la cárcel! Los alguaciles no tardaron en llegar.
–Solo mantendremos la boca cerrada –le dijeron a Abu Kásim– si nos entregas diez mil dinares. De lo contrario, te llevaremos ante el cadí y él te dará el castigo que mereces. ¡Así se te acabarán las ganas de ir por ahí robándoles las babuchas a las personas honradas!
De modo que Abu Kásim tuvo que desprenderse de diez mil dinares para que los alguaciles le dejaran en paz.
–Y, por lo que a mí respecta –le dijo el mercader al marcharse–, ¡puedes quedarte con tus apestosas babuchas! Y se las tiró a la cabeza.
Abu Kásim empezó a sollozar.
–¡Todo esto es por culpa vuestra! –les gritó a sus viejas babuchas, que, como es lógico, no se defendieron–. ¡No quiero veros nunca más!
Así que Abu Kásim las lanzó con todas sus fuerzas por encima de la tapia de su jardín. Pero el destino quiso que las babuchas fueran a caer sobre una anciana que pasaba por la calle. Como eran dos armatostes de cuidado, la pobre mujer quedó tan aplastada como una galleta.
Cuando los familiares de la viejecilla supieron lo ocurrido, corrieron entre llantos e insultos a la calle de Abu Kásim. –¡Asesinos, asesinos!– gritaban.
Al poco rato, llegaron los alguaciles.
–¡Aquí está el arma del delito! –exclamó uno de ellos al descubrir junto a la anciana muerta las babuchas de Abu Kásim–. ¡Ese maldito boticario es el asesino!
En aquel preciso instante el tacaño salió de su botica para pedirle a la gente que dejase de alborotar, pues los gritos le impedían concentrarse en su trabajo.
––¡Ahí está el criminal! –gritaron los alguaciles.
De modo que ataron al boticario con cadenas y se lo llevaron a la cárcel.
El juicio se celebró aquella misma tarde. Los parientes de la anciana muerta reclamaron que Abu Kásim fuese condenado a muerte, pero una ley de El Cairo fijaba el valor de una vida en veinte mil dinares, así que el boticario pudo evitar la horca pagando aquella elevada suma.
Pero, como comprenderéis, para Abu Kásim fue tan doloroso desprenderse de veinte mil dinares como recibir veinte mil azotes o veinte mil picaduras de avispa. El boticario se pasó todo un día aullando de dolor y pateando sus antiguas babuchas para castigarlas hasta que al fin le sangraron los pies. Después, se dirigió con ellas a la orilla del Nilo y las arrojó a la corriente del río con la esperanza de no volver a verlas nunca más.
Las babuchas flotaron río abajo, pero el hedor que despedían era tan infecto e insoportable que los peces morían asfixiados y quedaban panza arriba en el agua. Al cabo, los dos trastos quedaron atrapados en las redes de un pescador tan fuerte como un toro, pues estaba acostumbrado a arrastrar redes llenas de atunes sin ayuda de nadie.
–¡Maldita sea! –exclamó el pescador al ver que los clavos de las babuchas se habían enganchado entre las redes y las había roto–. ¡Diez mil maldiciones para ese perro miserable de Abu Kásim!
Y es que el pescador habría sido capaz de reconocer las babuchas del boticario entre un millón de babuchas distintas.
Después de arrastrarlas hasta la orilla, el pescador se dirigió con ellas a la botica de Abu Kásim.
–¡Aquí tienes tus repugnantes babuchas! –le dijo.
Abu Kásim miró con pavor aquellos dos monstruos que chorreaban agua, pero quedó especialmente aterrado por el corpachón del pescador, que parecía capaz de levantar en vilo treinta caballos con cada una de sus manos. Como nadie puede escapar del destino que Alá le impone, Abu Kásim tuvo que soportar que el pescador lo agarrara por los pies y se dedicara a ablandar su cabeza contra la puerta de la botica del mismo modo que ablandaba los calamares y los pulpos contra las rocas del Nilo.
–¡Y ahí tienes tus dos porquerías! –dijo el pescador a modo de despedida, al tiempo que lanzaba las babuchas de Abu Kásim contra las estanterías de su botica y destrozaba multitud de botes de valiosos minerales y hierbas.
Abu Kásim tardó varias horas en recuperarse de los golpes recibidos. Cuando al fin pudo levantarse, arrastró las babuchas hasta el jardín y cavó un agujero para enterrarlas.
–¡Que Dios se vengue cumplidamente de vosotras, monstruos despiadados!– les decía entre sollozos–. ¡Nunca más volveréis a perjudicarme!
Al oír los gritos de Abu Kásim, los vecinos se asomaron a las ventanas y descubrieron al boticario cavando una fosa en su jardín. Como ya era de noche, pensaron: «Ese viejo avaro ya no sabe dónde esconder su dinero. Seguro que se le han acabado las tablas del suelo y ahora ha decidido enterrar sus monedas en el jardín, pues de lo contrario no se pondría a cavar a estas horas».
Cuando Abu Kásim despertó a la mañana siguiente y se asomó por la ventana de su dormitorio, se encontró en su jardín con una muchedumbre provista de picos y palas. Eran personas de todas las edades, razas y calañas, que estaban cavando con furia en su jardín en busca del tesoro escondido y habían arrasado con todas las plantas medicinales de Abu Kásim. Niños de corta edad zarandeaban montones de tierra en cedazos de metal, y zahoríes con ramitas curvas en la mano iban y venían por los surcos de su melonar.
––¡Buscad, buscad! –les decía un padre de familia a hijos–. ¡Seguro que el dinero no debe estar muy abajo! –¡Escuchadme, por favor! –gritó Abu Kásim desde la ventana–. ¡No vais a encontrar dinero en el jardín! ¡Lo único que he enterrado son mis babuchas!
Pero nadie le hizo caso. Por eso el boticario tuvo que bajar al jardín y desenterrar las babuchas.
–¿Veis como no os engañaba? –dijo.
–Muy bien –respondió un hombre alto y fuerte como un elefante–. Pero, ¿no creerás que vamos a irnos de aquí con las manos vacías? Tendrás que pagarnos una moneda de oro a cada uno por las molestias que nos has causado.
Abu Kásim comprendió que debía pagar si no quería ser linchado por aquella multitud, así que tuvo que desprenderse de ciento cincuenta y cuatro monedas de oro para perder de vista a los hombres, las mujeres y los niños que habían invadido su jardín.
«¡No puedo más!», lloriqueó el boticario. «¡He de librarme de estas malditas babuchas como sea, o acabarán por arruinarme la vida!». De modo que se alejó de El Cairo en busca de un lugar donde hacerlas desaparecer. Después de caminar muchas leguas, encontró una presa que le pareció apropiada para arrojar sus malhadadas babuchas.
–¡Hasta nunca! –gritó mientras las lanzaba al agua con verdadera rabia.
Pero, por desgracia, al otro lado de la presa había un molino. Cuando las compuertas de la presa se abrieron, las viejas babuchas se acercaron a la rueda del molino y quedaron enganchadas en ella. Como aquellos dos armatostes tenían el grosor del cráneo de un hipopótamo, acabaron por destrozar el engranaje del molino, que se paró de golpe. Cuando el molinero examinó la maquinaria para averiguar el origen de la avería, descubrió las infaustas babuchas de Abu Kásim.
–¿Así que todo es culpa de ese boticario de tres al cuarto? –se dijo, comprendiendo lo que había sucedido.
Todo el mundo sabe que los molineros no se andan con chiquitas. Son gente de hombros anchos y con el cuerpo más recio que el de una ballena, ya que se han pasado la vida levantando sacos de trigo. Cuando el molinero encontró a Abu Kásim a la orilla de la presa, lo levantó en vilo como si fuera mi monigote y lo arrojó sin piedad al agua.
Por fortuna, los alguaciles llegaron antes de que Abu Kásim pereciera ahogado, pero lo obligaron a pagar los daños causados en el molino.
–Y eso no es todo –dijo el capitán de los alguaciles–, porque, si no me entregas ahora mismo treinta dinares, te denunciaré ante el cadí y acabarás tus días en la cárcel.
De modo que Abu Kásim tuvo que deshacerse de las últimas monedas que le quedaban.
–¡Y llévate contigo tus babuchas! –dijo el molinero.
Abu Kásim miró aquellos dos trastos y dijo entre sollozos:
–Desventuradas, malditas, eternas babuchas, causantes de todas mis desgracias, ¿vais a seguir llevándome a patadas hasta la tumba?
Decidido a librarse de una vez por todas de su calzado, Abu Kásim se presentó aquella misma tarde ante el cadí y, agitando las dos babuchas sobre su cabeza, exclamó entre lágrimas pero con voz firme:
–Delante de testigos anuncio, y quiero que la noticia se sepa por todas las regiones del Nilo, que acuso a mis babuchas de maldad y premeditación y declaró solemnemente que las repudio. De hoy en adelante no tendré trato alguno con ningún tipo de calzado, sea el que sea. Abu Kásim ya no es propietario de ninguna babucha. Éstas dos me han dejado sin dinero, pero ¿qué más da? ¡Ahora solo quiero perderlas de vista! Por eso ruego a su señoría que en adelante no considere a Abu Kásim responsable de las fechorías que pueda cometer cualquier tipo de calzado.
Acto seguido, Abu Kásim dejó caer las babuchas delante del cadí y se marchó corriendo, descalzo, maldiciendo a toda la tribu de los zapatos, así como a la familia de los borceguíes, las abarcas, las alpargatas, las zapatillas y las almadreñas, mientras, en la sala del tribunal, el cadí se reía tanto y con tanta fuerza que acabó por caerse del estrado.

viernes, 17 de febrero de 2012

Octavio Paz: "Mi vida con la ola" (#Cuento) >>> goo.gl/cuyLT

TRAS-PARENTISMO

TRAS-PARENTISMO

Por N

Mátalo -le dijo la psíquica con autoridad -eso resolverá de golpe todos tus problemas.

La crédula le cuestionó con insegura y temerosa voz: ¿Y si me agarran?

- Eso no pasará, te aseguro. Las cartas están echadas a tu favor y te pronostican buen fin y además otro amor. Confía en mí.

Juana provenía de una familia humilde. Por ser la mayor, le tocó la pronta responsabilidad de cuidar a toda la chamacada de cada uno de los diferentes padres que cada 10 meses y por varios lustros su ignorante y prolífica madre generaba puntualmente. Cada padrastro que tuvo abusó de alguna forma u otra de la insignificante e improvisada niñera. Aguantó con estoicismo total hasta que tuvo el valor y edad suficiente para salirse de aquel remedo de hogar. El destino la encontró con Pancho, quien para convencerla de irse a vivir con él, le prometió el sol, la luna y las estrellas. Una vez conquistada lo único que le cumplió fielmente fue la estrellada constante del puño enamorado sobre ese sumiso rostro. Por azares extraños del destino hasta ese momento la vida había sido cruel en extremo con ella. Ya estaba acostumbrada, incluso resignada a perder siempre. Nunca imaginó que un vil anuncio de papel tirado en la calle que resaltaba las palabras: “DARÉ SOLUCIÓN A TUS PROBLEMAS, 100% GARANTIZADO” le cambiaría la vida.

Se decía vidente espiritual. Tenía fama de hacer buenos trabajos. Su diversa clientela estaba compuesta de artistas, políticos y gente acaudalada en general, aun así se publicitaba en volantes, revistas, radio incluso televisión, por tal motivo siempre tenía la agenda llena, sin embargo por “equis” circunstancias un altísimo funcionario no asistió a la sesión programada esa tarde. Fue cuando Madame Swindle (quien en realidad se llamaba Hermelinda) conoció a Juana y la historia de su tormentosa relación con Pancho. La escuchó atentamente y a partir de ese momento empezó a hacer su gestión. Primero fueron consejos, después limpias, hechizos y otros menjurges. A medida que los rituales aumentaban en complejidad, la eficiencia de los conjuros acrecentaba milagrosamente, igualmente los costos del tratamiento. La muchacha tímida y sin recursos se vio en la necesidad de avisparse, de hablar más, de atreverse a más si es que deseaba seguir solventando aquellas componedoras y onerosas citas. Juana aprendió a confiar ciegamente en la hechicera. Todo lo que le había preparado, todo lo dicho o presagiado se había cumplido a cabalidad, aún así cuando le pidió el sacrificio de su pareja sentimental titubeó.

Pancho creció en un hogar desintegrado. Creía ser el centro del universo y por tal motivo conceptualizaba que podía hacer y deshacer a su antojo, pensando que jamás pagaría las consecuencias de sus actos, conforme pasaba el tiempo cada vez más perversos, por cierto. Tuvo la fortuna de contar con alguien que le atendiera y a quien pudiera joder al mismo tiempo. Primero fue su madre, hasta que la mató de un disgusto y de ahí una serie de cándidas infortunas que tenían la desgracia de caer en sus encantadoras garras. Hasta que conoció a Juana.

La vida da vueltas. A la fecha nadie sabe de Pancho, sus compas de parranda sospechan levemente de la insulsa Juana, pero terminan desechando tan absurda y atrevida hipótesis. Es mejor creer que se fue de improviso a probar suerte al otro lado. La verdad es que se perdió en un mar de muertos, dentro de una nación donde sólo se resuelven dos de cada cien casos de asesinato, habitando en una comunidad donde todos los días amanecen, al menos, diez muertitos en la calle y ya ni quien se inmute, es más, es parte de la cotidianidad; daños colaterales, dirían otros. Madame Swindle empezó a creer que realmente tenía poderes mágicos y una mala predicción a un frustrado candidato presidencial le obligó a huir del país. Juana está enamorada, plena y feliz.

En otros lugares de esa gran metrópoli, simultáneamente, otros varios altos funcionarios han cancelado sus citas con sus asesoras psíquicas personales. Otro tanto de Juanas han comenzado a contar a sus nuevas confidentes lo dolorosamente amorosos que son sus Panchos respectivos.

jueves, 16 de febrero de 2012

DE RETACHE

DE RETACHE
por N
Historias truncadas abruptamente por histerias generadas; por envidia, por temor o quizás por la incomprensión a esos seres atrevidos, que con el tiempo se han vuelto míticos por las grandes hazañas o conquistas que realizaron. Se arriesgan a vivir regocijante e intensamente como si supieran que a medida que sus vivencias sean contadas una y otra vez, más y mucho más gloriosas serán recordadas como grandes epopeyas. Quién olvidará aquel pitufo rosado que de un guijarrazo malogró a su contemporáneo Gargamel; pobre ogro. O el parabolista encantador que por amoroso fue coronado con espinas. Mi favorita es el cuento de la sirena dorada enamorada que le cantó a su príncipe demócrata y que el eco populacho la obligó a escuchar su propio voz:
♪ Happy Birthday, to you,
Happy Growday, to youuuu,
Happy Breeddaayyy, Mister I n o c e n t,
Happy Deathday, to youuuu ♪

La vida es embriagante pero atroz, por eso me gustan las existencias con cruento …
Fin

miércoles, 15 de febrero de 2012

SIN FIN

SIN FIN
por N

Contando 1 Giga RTx…

ADVERTENCIA:
LA LECTURA DEL SIGUIENTE TEXTO, PUEDE PROVOCAR INDIGNACIÓN, REPULSIÓN O FRUSTRACIÓN. NO DEBE, NI PUEDE SER LEÍDO EN VOZ ALTA, INTÉNTELO BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD. NO SEA CURIOS@.


Erase alguna vez, en algún lugar, en cualquier tiempo, un taller donde se tejían ingeniosos cuentos. Todos los ídem ahí elaborados eran entretejidamente hermosos y bien armados, cada uno con su propia personalidad. Se tejían textos de todos los colores: unos verdes, otros rojos y otros aun más colorados, algunos extensos, unos muy floridos, los menos oscuros. Todo un tutti frutti cultural.
Lo importante de un bello cuento -decía el maestro- radica en que éste esté bien estructurado, que cumpla con todas las reglas gramaticales establecidas, que tenga un buen íncipite, un nudo o conflicto y un fin, aunque éste, no necesariamente, sea inesperado.
Maestro -preguntó Alma, tímida e inocentemente- ¿puede haber cuentos sin fin?
De momento el maestro se alarmó, enseguida se encolerizó y luego de contar hasta mil, se serenó y con su tono de voz lo más dulce posible le dijo a su alumna:
- Esa pregunta en otros tiempos, prontamente hubiera sido reprimida, cuando menos con una hora en la esquina viendo hacia la pared y adornando con unas orejas de burro la cosa esa que tienes sobre los hombros. Además te hubiera contestada con un: NIÑA CÓMO SE TE PUEDE OCURRIR SEMEJANTE OCURRENCIA, TODOS LOS CUENTOS TIENEN FIN. –prosiguió- No existe, no puede, ni existirá jamás un cuento sin fin, no hay, no debería, sin embargo… lamentablemente un tipejo no solo se atrevió a escribir un cuento sino que yendo aun en contra de las leyes de la inteligencia se propuso escribir una serie de Cuentos Sin Fin, documentos reconocidos en el bajo mundo cultural como RESIDUOS TÉXICOS. Quienes tuvieron la oportunidad de leerlo decían que el contenido de dicha obra en esencia era toda contradictoria, que nada había inventado y que todo se lo había pirateado, al menos eso es lo que se cuenta, entonces, ¿quieren que les cuente el cuento?
- Siiiiiii, contestaron con ansias, al unísono.

Todo comenzó hace unos cientos de años. De forma misteriosa y silenciosa, quizás en un afán de demostrar su brillantez, por comodidad o en aras de la simplificación, los científicos en complot con los matemáticos, empezaron a modificar a las palabras. Primero introdujeron números que fueron sustituyendo a las silabas, después palabras completas y en casos extremos hasta ideas complejas fueron remplazadas. Todo hubiera estado bien si éste secreto de eficiencia hubiera quedado enclaustrado en las cuatro paredes de esas mentes brillantes. Si tal sólo se hubiera empleado las mismas restricciones que le aplicaron al latín, el cual en la antiguedad fue usado exclusivamente por quienes desarrollaban las ocultas ciencias oscuras, dejando ese lenguaje fuera del alcance de las masas.
Las palabras empezaron, no a desaparecer, porque seguían ahí, pero si a transformarse. Se hacían más concisas y comprimidas aunque en el contexto seguían representando los mismo, más aun, a medida que transcurría el tiempo y las simplificaciones iban en aumento, cada vez más cosas complejas eran representadas por cosas simples. Con la reducción representaban mucho más con mucho menos. Las primeras víctimas de ese fatal asesinato grafía gramatical, valga la rebuznancia, pero en éste punto ya no importaba la hortografía, fueron los acentos, dijeron: al final de cuentas nadie los utiliza. Después masacraron a las mayúsculas. Con el pretexto que de éstas sólo se utilizan al principio de cada oración o cuando HABÍA QUE RECALCAR ALGO MUY IMPORTANTE O EXPRESAR NUESTRO IRACUNDO O EUFÓRICO ESTADO DE ANIMO, algo así como un grito lingüístico innecesario en este medio, donde podría entenderse con sustanciosas palabras, aunque estas sean suaves y cortas.
Empezaron a emerger formulas, símbolos incluso imágenes. Ante nuestros ojos, los propios ojos nos estaban traicionando, se estaban volviendo en nuestra contra; los oídos ya lo había hecho, en algunas condiciones era prácticamente imposible diferenciar o identificar, da lo mismo, una C de una S o de una Z. La J con G o la V con la B, por citar algunos cambios. Las reglas de esa nueva sintaxis eran simples, nadie las había inventado, pero todos los sabían intuitivamente y las aplicaba bien. Quizás estaban basados en la idea que una imagen vale más que mil palabras. También empezaron a desaparecer las E’s, y fueron remplazadas por sus consonantes equivalentes como en el caso de la B, D, T, así por ejemplo para decir dedos ahora bastaba escribirlo con d2. Se elimino todo lo superfluo e innecesario. Toda la pronunciación seguía y sonaba igual, pero visiblemente estaba escrito diferente, mucho más sencillo y simple. Poco a poco, los eruditos empezaron a introducir todas sus abreviaturas, sustituyendo grandes ideas a términos cortos, así por ejemplo en lugar de decir: el paso de la frecuencia de mil ondas sinusoidales a través del espacio durante el lapso de un segundo, se empezó a decir MHz en lugar de escribir agua comenzaron a plasmarla con H2O, por mostrar algo. Así sucesivamente había iniciado una exitosa culminación a la simplicidad.
Nadie se dio cuenta o al menos nadie dijo nada, pero estaba pasando. Todos lo estaban viendo pero nadie quería verlo ¿éramos todos cómplices o autores intelectuales? ¿Estábamos convirtiéndonos en simples espectadores o de plano nuestros ojos no podían ver lo que indiferentemente veíamos? ¡NO!, no era un capricho modal, simplemente la gente aprendió a darse cuenta del contrastante e incoherente significado de las letras, palabras y oraciones, por ejemplo todos creían que una revolución significaba un cambio, pero ningún matemático le dijo que una revolución es igual a 360 grados o sea empezar y terminar en el mismo punto, si acaso mareados por la vuelta, pero todo igual, en el mismo lugar donde se comenzó. A pesar de esto fue llamada la Revolución de los Iletrados, pero como la simplicidad y la verdad, desde siempre termina imponiéndose, se le llamó 360º y letra2 o RTxpara los más radicales. Fue una evolución literal. ¿Qué se podía hacer ante esto? Fue el terrible y temible juego de las sustituciones –dijeron doctos conservadores- le llamaron la prostitución de las letras, ¿sería acaso la venganza de la imágenes?, bastaría con recordar que antes de la llegada de nuestros conquistadores, no existía la escritura, todo se basaba y representaba en pictografías, cada quien entendían lo que querían entender y al parecer todos eran felices.
Todo hubiera quedado ahí, imponiéndose las ideas, abreviaturas e imágenes sobre el texto tradicional escrito, pero esa ofensa a todo lo establecido en la comunicación plasmada no podía quedar ahí, había que ir por más. Se rumora que un supuesto Escritor N, fiel adorador de Baco, aprovechando la literal evolución de la literatura letrada, se le ocurrió escribir una serie de micro cuentos Sin fin a los que titularía: CUENTOS CONCISOS A INCRÉDULOS que motivarían a la gente a pensar, a utilizar su imaginación, textos libres de toda paja, directos al grano, puro y sustancioso contenido. Decía: Expresar más con menos. Cabe resaltar que el seudo cuentista siempre tuvo afición por ir contra corriente a toda regla, norma o leyes, aun las de la naturaleza. Esa era su fiel naturaleza.
Cuando llego a juntar una serie de cuentos, los canalizó por el conducto adecuado, como debe de hacerse. Se presentó ante la Real Academia de la Lengua.
-Vengo a solicitar la publicación de mi obra.
A medida que iban leyendo los cuentos, la cara del censor iba cambiando, primero una risa, pero no esa risa que provoca un buen cuento, más bien esa risa de que: cómo te atreves a presentarte con esto. De la risa pasó al coraje o quizás a la indignación, ya que los ojos se les crisparon y refutó:
-¿Qué es esta porquería? Esto no puede ser llamado cuento, todo lo que escribe es inconsistente e incoherente. Quiero que usted me explique sus supuestos escritos, o cuentos, letras o ya ni se yo como llamarlos, aclarándole que ya me tiene hasta la coronilla, que si el título no es acorde con su contenido y consecuentemente el contenido no es acorde a la explicación del texto, estará en una esdrujulísima situación. Su insolencia está en demasiada y mi paciencia ha empezado a agotarse. ¿De qué trata este texto Shift Sin Fin?, por ejemplo.
-Es una oda a las mayúsculas
-¿Me quiere ver la cara de idiota o qué?: TODO ESTO ESTA EN MINÚSCULAS –gritó ya verdaderamente encolerizado- nada es concordante, mucho menos coherente, todo un insulto a la inteligencia más elemental.
Desafortunadamente, para el Escritor N, nada podían refutarle, cada palabra escrita concordaba con lo expresado. Cada uno de los mencionados cuentos eran breves pero profundos, cada título acorde con el contenido del escrito, si es que se pudiera llamara así. A medida que iba leyéndolos, si igual se pudiera decir así, más sorprendido quedaba, cada documento era más breve que el anterior y aun así la profundidad de mensaje se incrementaba inversamente de manera exponencialmente proporcional a la extensión del mismo, mientras menos palabras utilizaba más decía. En cada cuento que se leía y veía, las oraciones se reducían aun más, consecuentemente la extensión de las expresiones también. A medida que intentaba avanzar en su lectura, más alzaba la voz como queriendo que todo mundo escuchara la sátrapa de barbaridades que ahí estaban escritas, de repente, los caracteres de los textos empezaron como a desaparecer, los cuentos, escritos o documentos o como se le quiera llamar, empezaron a ser verdaderamente inteligibles, peor aun cuando empezó a mezclar letras con números e imágenes. Llegó el momento en que por más que quiso gritar, no pudo mas, más bien no supo cómo, la lectura de esos manuscritos había llegado a tal extremo que era imposible pronunciar símbolo alguno, se había convertido en un apabullante y arrollador tsunami de ideas, una tras otra, cada vez más penetrantes, cada vez más simples y cada vez mas silenciosas. Y peor aun los cuentos seguían siendo concisamente cortos y profundos, en ellos revelaba una realidad que no podía ser real, aun a pesar de que lo estuviera viendo con sus propios ojos.
Todo esto que se cuenta parecerá confuso, al principio y probablemente lo sea peor al final, quizá por eso se le llama la paradoja sinfín de las letras, el dilema del cuentista. Hay cosa tan evidentes que con solo verlas damos por hechas que son verdaderas, pero, ¿qué pasa cuando lo que vemos o peor aun lo que no vemos corresponde a lo que leemos o interpretamos? o mucho peor aún, no corresponde a lo que esperan percibir nuestros sentidos, la vista o tacto, en caso de lectura braille. Qué pasa cuando lo que se ve no es, según tus propios paradigmas, a pesar de cumplir con todas las requisitos para ser. No es solo un conjunto de caracteres, pudiera parecer un juego de palabras, más bien entra dentro del terreno de los cuentos, relatos, estudios o como cada quien quería llamarlo o donde cada quien quiera acomodarlo. Entrar en una disputa de lo que es y lo que no es, es entrar en un juego peligroso, una lucha de razones, de ideas, de entornos, es caer en una vorágine sinfín. El punto de todo esto es contarlo, precisamente para evitarlo. Los nano cuentos, desaparecieron, se sospechan que algunos escritos se salvaron de la censura y aun andan circulando. Del Escritor N nunca se supo mas, se rumora que sus últimos días los terminó recluido y olvidado en un instituto psiquiátrico. Ese fue su fin.

-Así es como jamás existieron los CUENTOS SIN FIN, concluyó el maestro.

FIN
;P

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H2O SIN FIN
¡¿Nada?!

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PARÁBOLA SIN FIN +:
Ü

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DILEMA SIN FIN
(Cuentista / Cuentero) = 1

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SIN FIN N
ZZZZZZZZZZZ....

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EXTRA SIN FIN
Fua

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CON FIN SIN FIN
+ ak dl ∞