#4 RABBIT
x Stv
Desterrados de un mundo descompuesto. Rebeldes sentidos de múltiples ondas, formas y vibraciones.
El terráqueo está lleno de lunáticos, en alguna proporción y sólo quien a estado en un lugar cercano a la locura podría comprénderlo - decía San Agustín- no por nada, la demencia es el preámbulo a la exaltación.
>Uno esperaría nunca llegar a ser como ellos. El problema radica en que un alma atormentada por su propio silencio, jamás podrá ser reconfortada por ninguna oración, palabra o pensamiento. Piensas que el ruido te puede volver loco, pero sabes que lo estás cuando escuchas el aterrador sonido del silencio.
>Lo acepto, ésto no ha sido siempre, si acaso, me acosa desde mi moza infancia, pero no más. Siendo niños, llega uno a identificarse con visones afines, supongo. Habrá quienes se comparen con piedras, otros con observables cosas obscenas, con adorables líneas curvas o figuras obtusas. Los inocentes o muy animales se identifican con su propio ídem, generalmente. Por alguna extraña razón desde niño me sentí felino, me auto llamaba Gatuno y mi comportamiento era tal cual. Sí me sentía agusto ronroneaba, sí atacado arañaba. Y lo más importante, me encantaba la carne, por inversa consecuencia, enemigo acérrimo de las verduras o cosas ajenas a la vida gatil. De la curiosidad, era gatal digo fatal. Un buen, más bien, mal día, por casualidad escuché que la luna era de queso. Por primera vez me percaté de la existencia de tal elemento celestial.
>Al observar esa brillante irónica sonrisa suspendida en el aire, no pude menos que enfurecer, pensado que sí fuera de queso y no de sedosa y paradisíaca arena. Aún así el espectáculo era maravilloso, aunque al final terminó siendo tenebroso, ya que fue cuando los sonidos retumbantes empezaron, también. A medida que más me cautivaba la belleza lunar, igual un leve susurro empezaba a invadir mi espacio y mente.
>Mientras los días avanzaban, la luna crecía en dimensión y el tamaño del seseo se incrementaba. A medida qué esa brillante sonrisa, ahora tétrica, asemejábase a deforme boca hambrienta, los leves murmullos se fueron trasformando en estruendosos bullicios. Primero ese seseo rastrero se trasformó en un grillero incesante. Me asusté en verdad cuando los gatos reales en comuna y feroz sinfonía acrecentaban sus tonos. Mientras los días pasaban, ya en brillante plenitud circular, se añadieron las salvajes jaurías aullantes, integrada por toda clase de canídeos, quienes combinados en avalancha sonidero de gatos, grillos, serpientes y demás imperceptibles pero retumbantes ruidos dentro de mi infantil cabeza. Tanto ruido me asustó qué de inmediato dejé de pensar en el identificado selenita volador.
>Quizás si hubiese sentido cierta simpatía por algún ratón o roedor o alguna mínima minina afección al lácteo fermentado circular, quizás, sólo quizás, me hubiese dejado seducir de los cánticos lunáticos que parecían y se oían cómo atormentadas sirenas. Intenté no volver a pensar en la luna, mucho menos a observarla. Mi vida volvió a su normal cotidianidad. Poco a poco se fueron eclipsando los sonidos que en aquel entonces condené a ruidos, temores y visones. Todo trascurrió igual, en un tormentoso silencio, abrumador en ruidos, pero carente de sonidos con sentidos.
>Pero hace un mes pasó algo sorprendente. Eran los primeros días del mes. Yo andaba, como de costumbre, por ahí, divagando sin ton, ni son, cuando alguien de la nada preguntó: ¿Por qué será que en éste mes la luna es la más hermosa? No pude evitar voltear a ver a mi antiguo acústico torturador, qué me sonreía con malicia, nuevamente. Los ruidos empezaron y ahora se increpaban agolpados en lo más recóndito de mi mente, in crescendo. No podía dejar de contemplar la luna, aún al precio de mi cordura.
>La violencia y amplitud del sonido se incrementaron, al unísono de la frecuencia y la belleza lunar. Cuando llegaron a su zenit, toda aquella gama de combinaciones de sonidos, ruidos, tonos y tiempos silenciosos, todo ese aparente ensordecedor ruidal en la cúspide, en el punto máximo, en el clímax preciso de la luna llena total se trasformó en un dulce y cántico susurro acariciador. Absorto quedé que mis tan ruidosas aficciones y temores, se trasformaran en armonías cargadas de remanza paz. Hablaban de algo de que en ella se reflejaba la quietud de dos almas que han querido ser dichosas, pero de la letra ya no recuerdo más, menos me acuerdo de la tomada.
>Otro nuevo mes empieza hoy. El sonido y el ruido impera la imperceptible luna novel, aún invisible misteriosa o quizás cómplice, muestra leve su tímida y maliciosa sonrisa. Los ruidos estruendosos, complicados y combinados, los minúsculos con los grandiosos, vuelven y envuelven. Igual los silenciosos sonidos con valor y armonía. Me carcome la inquietud por volver a escuchar el canto y más ahora, cuando los rítmicos latidos de mi cuerpo se han integrado, mi corazón sincronizado, los ojos aclarados y oídos abiertos.
>Te haz dejado llevar, primero por tu sin razón, después obedeciste a tu corazón, luego seguiste tus propios pasos y al final, ya al borde del juicio, te has dejado llevar por el bullicio. Soy un loco perdido y solitario -para tus adentros piensas- que irremediablemente acabarás con creciente tremendo delirio, pues la tendente boruca ha alcanzado niveles demenciales. La luna casi ha alcanzado su máximo esplendor. Te sorprendes, pues te creías sólo y en un tris, tras te encuentras rodeado, están todos los redimidos, reunidos, contemplativos, silenciosos, cómo sí siempre hubieran estado ahí, pacientes. Nadie ha hablado, pues los que han vivido ésto, creen que las palabras que se dirijan a la luna, eso mismo les devolverá por el efecto eco o rebote, pero en forma de cancionera respuesta. Son meras temerosos suposiciones, pero todos optan por interpretar el silencio, es mejor, creen.
>La espectativa es climática total, pues ha coincidido que la coincidencia sea máxima, pues el acoplamiento es estelar, sólo cada 26 mil años se presenta la total alunada sideral con el resto del universo. La vez pasada que ocurrió tal coincidencia universal, comenzó con llanto, amargura y venganza. La hora cero ha llegado, el momento cumbre se ha alcanzado. De casualidad va pasando por ahí un loco. Nadie lo ve venir, ni llegar, pues todos mirando el majestuoso y orientador mapa estelar. Cuando en el momento más esperado e inesperado el demente chanza al de a lado:
-Ya se fijaron que allá arribotota, hay un conejo viéndonos, agarrándose la panza de tanto reírse de nosotros.
>No podemos evitar señalarla. Todos hablamos. Cada uno dice lo que ve, lo que cree que es o de lo que está compuesto aquel asteroide. Quien sabe que consecuencias nos traerá la bullicia generada por la gran bola humana. De pronto, un desconocido deseo ha despertado en mi, irrefrenable e incontrolable: El antojo por una apetitosa zanahoria, escoltada por una generosa guarnición de alfalfa. En su plenitud y alineación total, la luna está llena; yo me siento hambriento, pero igual, lleno, pleno.
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